Las Lomas de Atocongo, presentan oportunidades significativas para la conservación y el ecoturismo, gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad y diversas organizaciones en pro de un desarrollo sostenible. (Foto: UNACEM)
En octubre de 1915, la educadora Elvira García y García, entonces directora del Liceo Fanning, organizó una excursión escolar a las lomas de Atocongo con sus alumnas de media. Su propósito era conectar a sus estudiantes con los recursos de este ecosistema, como parte de una nueva política educativa. García soñaba con renovar la educación femenina a través de experiencias directas en la naturaleza, considerando que la riqueza de Atocongo despertaba la curiosidad y ofrecía oportunidades únicas para la enseñanza.
Luego, en 1931, el ingeniero Guillermo Wagner obtuvo la concesión de diez hectáreas en las lomas de Atocongo, donde instaló una estación meteorológica y un centro de experimentación agrícola. Su sueño era demostrar las ventajas de este ecosistema para el desarrollo de una agricultura sostenible en favor de los más necesitados. A lo largo de su vida, Wagner logró evidenciar que Atocongo era una de las zonas más húmedas de la costa peruana, abriendo posibilidades científicas y agrícolas.
Durante la década de 1930, los profesores de la Universidad de San Marcos comenzaron a llevar a sus estudiantes de excursión científica a las lomas de Atocongo, incentivándolos a investigar un ecosistema aún subestimado. Su sueño era redescubrir el valor de la geografía peruana y profundizar en su estudio. Estas experiencias llevaron a algunos estudiantes, como Ramón Ferreira y Pedro Aguilar, a desarrollar sus tesis sobre Atocongo.
Muchos han visitado y estudiado Atocongo a lo largo de los años: Antonio Raimondi, Augusto Weberbauer, María Rostworowski, María Koepcke, Antonio Brack, entre otros. Gracias a ellos, se sabe que era considerada una de las más húmedas de la costa peruana, que poseía nutridos y generosos puquiales que proporcionaban más de diez litros de agua por segundo, lo que permitió descubrir en su seno nuevas especies de fauna mamífera desconocidas hasta el momento por la ciencia (Oryzomys zunigae); lo que posibilitó aumentar el número de especies de flora ignorada que luego fueron bautizadas científicamente con la mención de Atocongo.
En ese sentido, cada época y generación contribuye y construye su propio sueño en favor de este ecosistema según las necesidades y preocupaciones del momento. Y en función de las posibilidades que ofrece que, en la actualidad, son enormes: lomas bien conservadas; declaradas “ecosistema frágil”, que es el primer nivel de protección legal; medianamente protegidas del crecimiento urbano; fácil accesibilidad y vías de comunicación disponibles.
Este año tomó protagonismo el flamante Comité Ecoturístico Lomas de Atocongo (CELA), que comenzó a promoverla, estableciendo un circuito peatonal organizando varias visitas guiadas gratuitas con una concurrencia numerosa y expectante, además de la participación de la municipalidad local, los servicios de seguridad, líderes locales y vecinos comprometidos.
La experiencia de este año ha sido un éxito. Ahora solo falta una mayor organización y planificación, compromiso de nuevos actores sociales, construyendo un futuro más sostenible, equilibrado y en armonía en favor de todos.