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La Batalla de Ayacucho y la «desaparición» de los cadáveres
Ad portas de celebrar el bicentenario de la consolidación de la independencia americana que se dio con las batallas de Junín y Ayacucho en 1824, hay una pregunta histórica que todavía no tiene respuesta ¿dónde se encuentran los aproximadamente dos mil fallecidos que ocasionó el enfrentamiento en las pampas de Ayacucho?

Milena Vega Centeno Alzamora

31 Ago 23
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En 2024 se celebrarán 200 años de la independencia de América. (Ilustración: Agencia Andina)

Milena Vega Centeno Alzamora, la primera arqueóloga peruana especialista en campos de batalla, reflexiona sobre esta interrogante desde un artículo difundido en las Actas del VI Congreso Nacional de Arqueología publicadas por el Ministerio de Cultura en el año 2021 y ella, como parte del Equipo Consultor de la revista Gobernanza Social, nos ha permitido tomar para esta edición.

Un tema recurrente en todas narrativas históricas de las batallas es que normalmente se da más énfasis al desempeño de los oficiales, a las estrategias y tácticas militares, calidad y cantidad de efectivos, armas, entre otros. No obstante, muy pocas veces hallamos información sobre los sucesos ocurridos después de la batalla. Aun a pesar de la corta duración de este enfrentamiento (más de tres horas), las bajas fueran elevadas. En sus memorias, el general García Camba señala que “en Ayacucho perdieron los vencedores por su propia confesión sobre 1000 hombres entre muertos y heridos” (García Camba 1916: 18), mientras que en las memorias del general Miller encontramos la referencia que las bajas fueron de 1400 realistas muertos y 600 heridos, que, en el otro bando, hubo 370 muertos y 609 heridos (Miller 1829: 141). En los partes del Cuartel General en Lima del 22 de diciembre de 1824, se menciona que los realistas tuvieron más de 2206 muertos, sin justificar de dónde sale esta cifra (CDIP 1974, 9: 239-240).

De acuerdo con la relación se puede apreciar un número mayor de heridos y muertos en la tropa (Miller 1829, II: 141).

A pesar de que muchos sugieren que en esta batalla no hubo bajas considerables, las descripciones de la etapa final de la contienda son, en general, convincentes en cuanto a la mortandad de los combatientes. Paz Soldán prueba, con cifras por cada batallón, lo sangriento y reñido que fue el combate. Miller describe que una vez que las tropas realistas llegaron al llano y formaron columnas, se enfrentaron cuerpo a cuerpo: “cruzaron sus bayonetas con sus enemigos, se mezclaron con ellos y por tres o cuatro minutos lideraron con arma blanca, los reclutas fueron perdiendo terreno y fueron arrojados a las alturas del cerro Condorcunca, con gran mortandad. Mientras iban huyendo y trepando las laderas del cerro, los patriotas desde el pie del cerro los cazaban y muchos de ellos se vieron rodar, hasta que un matorral o el barrando los detenía” (Miller 1829: 139). Aunque no contamos con las cifras exactas del lado español, aparentemente en el campo quedaron 1400 muertos y 700 heridos, mientras que en el Ejército Libertador hubo 307 muertos y 609 heridos. En total quedaron fuera de combate 3016 hombres, es decir, casi la cuarta parte de los combatientes (Paz Soldán 1919: 92). Con esta información recopilada y habiendo efectuado un reconocimiento en el campo de batalla nos preguntamos: ¿dónde están enterrados los combatientes que cayeron en la batalla?

Tratando de resolver esta interrogante, la arqueóloga Milena Vega Centeno, liderando el Instituto Qltura con el apoyo de la ONG Solidaritas Perú, viene desarrollando un proyecto de investigación en las pampas de Ayacucho, cuyos primeros resultados anunciamos en parte de esta publicación.

Milena Vega Centeno Alzamora

Profesional colegiada licenciada en Arqueología. Especialista en proyectos de investigación y evaluación arqueológica, estudios de sociedades andinas prehispánicas. Estudios arqueológicos de la Guerra del Pacífico. Trabajos de excavaciones arqueológicas, reconocimientos, estudios de impacto ambiental y trabajos etnohistóricos y etnográficos en las comunidades nativas y andinas.

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